martes, 27 de mayo de 2014

Perdon y gracias

Matar. Un baño de sangre le devolveria un poco de dignidad a esta sociedad...  Es lo unico que ha abierto la puerta a los grandes cambios.


El momento de Ramón es este. No cuando tenga 75 años. Era ahora, cuando tenia la sabiduria y la fuerza. Si no es ahora ya no va a ser.
  Quedara este titulo como la excepción, y su figura ligada a los gloriosos 90's.

Gracias Rodolfo. La concha de tu madre hijo de puta.

12 años (SI, DOCE) esperando que vuelva Ramón. El capitalismo no puede tener clubes de los socios. Son del mercado. De los hijos de putas empresarios.

viernes, 4 de abril de 2014

Ramiro José Funes Mori

 En los relatos mitológicos el cuco es un sujeto oscuro, forjado en el dolor, en el odio, en la miseria, y más que eso; En la más profunda soledad. Es alguien dañino, un maldito, que quiere matar para liberarse, para redimirse. Necesita ver el dolor en los ojos del otro, verlo sufrir, y solo allí obtiene su placer, solo allí puede ser libre. Suele ser descrito como un enano deforme, feo, frio, calculador, asesino, vengativo. Pero es así solamente porque los demás no pueden verlo hasta que lo tienen enfrente con un cuchillo, cuando ya ha entrado a sus casas en las más insospechadas tiniebla. Y ha venido a matar, porque nada, absolutamente nada de lo que le digan puede redimirlo como el dolor en los ojos de su víctima. Es descrito como un enano no porque lo sea, sino porque nunca fue considerado un igual. Y recién cuando doble el cuchillo en la carne de su víctima, y sienta el mortal calor de la sangre salir, recién ahí gritara entre lágrimas, y luego sonreirá. Tanto dolor, finalmente exorcizado. Es la liberación del esclavo cuando mata al amo, y no entiende ni su moral ni sus modales, entiende de sangre, porque lo han tratado como a un perro, y así responderá.

 Cuando cobraron el córner anoche, en el minuto 41, nadie pensó en el, NADIE. Ni nadie lo recordó como la victima de la burla social de un país, el hazmerreír de propios y extraños, la carta mal jugada de un poder dirigencial y el blanco de los opositores. Nadie vio en eses sujeto que venía caminando al monstruo que, luego de tantas humillaciones públicas había sido negado por su propio pueblo, insultado en el peor martirio jamás vivido; la B Nacional. Nadie recordó que cuando su pueblo se levantó él se rompió los ligamentos cruzados y lloro junto a su propia sangre la imposibilidad de seguir jugando contra el enemigo de todo tiempo. Nadie recordó cuando lo colgaron y lo dejaron aislado, en su propia tierra, ni cuando luego debió soportar ver a su propio hermano partir, sin su venganza a tanto dolor y negación. Nadie vio su insondable soledad y propia posposición. Nadie creyó en el, salvo el mismo y la maldita providencia de la patada descomunal de Vangioni.

Por eso nadie lo vio cuando se santiguo y, una vez más, con sus maldiciones y horrorosa fealdad futbolística, fue. El, a pesar de todo, fue. A buscar en ese córner la redención que lo pusiera de pie, a matar, fue.

 Eso tienen los cucos mitológicos y los esclavos, ante mayor humillación sufrida más odio guardan, mas sed de sangre tienen, mas hambre carnívora. Nadie lo vio, nadie vio en el al cuco, al mal, al enano deforme, amoral, ciego en su furia asesina. Pero era el, de entre todos el sí podía. Y por eso en ese minuto 41 fue, no tenía nada que perder, no le temían, y se metió en la pieza de la mejor víctima, en la hora señalada. La hora irremediable, en el corazón del mismo enemigo, ahí donde hay que clavar la estaca.

 Solo el esclavo puede ser libre. Y puede matar por detrás porque no tiene moral, porque, como en todo, ama y odia hasta el dolor. Y Ramiro Funes Mori de entre todos, corto la noche de la Bombonera cuando ellos más estaban convencidos que eran el cazador y no la presa, y los mato. Y grito en eses magnánimo sepulcro, grito hasta las lágrimas como el asesino que es, y como el héroe que tenía en su cuerpo el arma señalada para liberar con él a todo su pueblo. Cuando lo vieron ya era tarde, jamás podrán creerlo quizás, pero era él. Deberán hacerlo, porque su obra quedara imperecedera flotando en el tiempo, como ese cabezazo puñal que nos hizo libres a todos nosotros, su pueblo.

Por León Niño